Mi gusto es... (O la otra mirada)

De serviciales y serviles

Miguel Ángel Avilés Castro /    2025-08-09
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En otras circunstancias y a lo mejor en otro momento en el cual el respeto a uno mismo y a los demás fuese un valor explícito en la sociedad mexicana, sería muy fácil distinguir entre una cosa y otra, pero eso acaso nomas es una utopía o una aspiración.

En tanto ese ideal ocurre tendré que regresarme al púlpito que Dios me entregó en comodato para ayudar a distinguir entre ser servicial y ser servil, algo que me ahorraría si me olvidara de los principios éticos, morales y franciscanos que rigen a esta columna y pusiera un ejemplo con nombre y apellido de uno y otro concepto, pero me temo que todo el prestigio que hemos ganado en estos años quedaría casi en los niveles que, en el México de mis amores, alcanza actualmente el PIB.

Por tanto, habré de advertir que la diferencia entre “servicial” y “servil” la encontramos en la intención y la manera en que se realiza la acción de ayudar a otros.

Muy genéricamente, eso es.

Quiero decir que lo servicial alude a alguien que está dispuesto a ayudar de forma naturalita y atenta, sin mercar o prostituir su dignidad o principios.

Por su parte, lo de ser servil se refiere a una actitud o comportamiento bien gachito de sumisión excesiva y obediencia ciega a otra persona, en la mayoría de los casos tratando de complacerla a como dé lugar, incluso a costillas de su propia decoro, recato o intereses.

El servicial puede darse cuenta que al superior jerárquico se le olvidó su termo o se le cayó la pluma, si la ve las tomará y se las entregara si no se ha ido. El servil chuleará el termo por más feo que esté, le ganará el tirón para abrírselo, le llenara la taza, no lo perderá de vista cuando tome el primer sorbo por si se le ofrece algo. A los días regresará al trabajo con un termo igualito y una pluma de la misma marca y haré lo que sea necesario para que lo vea.

Les apuesto a que ya se acordaron de alguien.

Lo de servicial refiere a un comportamiento de ayuda auténtica y desinteresada. Se manifiesta con respeto y consideración hacia uno mismo, ante todo y hacia la persona a la que se ayuda.

No hay pérdida de la dignidad ni prevalece la sumisión.

Para quien aprecia esto, lo puede considerar como una virtud en el servicio a los otros, en las relaciones interpersonales.

El servil puede que ande pegado a alguien - un superior jerárquico- para asistir con su cabeza y aprobar todo lo que aquél diga o reírse mucho antes de que el jefe termine el chiste, por más trillado o malo que sea este.

Esta reacción Implica una actitud de sumisión desbordante y obediencia a otra persona a la que admira o idólatra o este enamorado por su físico, por sus estatutos, por su liderazgo, quizá o puede en el fondo no lo soporte, pero ese manual de la lambisconería le hace creer que solo así llegará muy lejos.

Ya decíamos arriba: tiene el propósito de complacer a la otra persona, incluso a costa de la propia dignidad.

En ocasiones es tan evidente que todos pueden darse cuenta de ellos, menos el servil o incluso él también, pero puede más su desvergüenza.

En algunos casos puede llevar a la pérdida del amor propio y viéndole tan indigno, otros pueden aprovecharse y convertirlo más que en un servil, en un súbdito, en un lacayo que de tan solo pronunciarlo sentimos un escalofrío

El servil no lo sabe, en ocasiones no sabe que lo es, pero en otras sí.

Cree que eso es lo que ordenan los dioses del aspiracionismo como la fórmula para alcanzar la gloria y al llegar, será él quien disfrute de ese servilismo.

Pero también cree, de buena fe, que su servicio es servicial y nunca un servilismo.

En lo público y en lo privado se da. Como no tenemos el hábito de combatir al servilismo, lo dejamos ser, al fin y al cabo, es decisión de cada quien, pero aquello se encarrera, y lo que se creía imperceptible, se vuelve muy notorio.

Ya no es nada más en la oficina a puertas cerradas o nada más en la fuente de trabajo. El servilismo no se frenó a tiempo y ahora ya tiene la categoría de una adición: habrá de ser servil con quien me toque y en donde toque.

Se da en el servicio público, en lazos filiales y no se diga en el terreno político o partidista, espacios en los cuales debería prevalecer por sobre todas las cosas, pero se imponen las jerarquías.

Por más inclusivo y con pretensiones democrático que quiera ser un discurso, un postulado, un estatuto, es en los hechos en donde se parten dos caminos: uno es el que andan los serviciales, otro es el que transitan los serviles.

La diferencia fundamental entre “servil” y “servicial” radica en la motivación y el contexto del servicio. Y si podemos hacer la distinción entre una y otra palabra, entonces la decisión de ser una u otra cosa queda en el arbitrio individual o en el libre albedrío como sujeto pensante.

Por obviedad, uno supondría que lo más atinado es ser serviciales y serviles, pero aquí no se le dobla el brazo a nadie ni se imponen comportamientos propios ya que aunque usted no lo crea, existen los serviles de castilla o los que ya nacieron o se hicieron unos expertos en el ejercicio de esa vocación que parecen haber tomado un curso para ello o se volvieron autodidactas de puro gusto.

Si queremos profundizar en las causas del servilismo, los estudiosos del tema, lo atribuyen a una autoestima y falta de confianza. Es decir, quienes no se valoran a sí mismos pueden buscar asiduamente la aprobación de los demás y estar dispuestos a hacer cualquier cosa para complacerlos

También puede existir un miedo a lo que pueda suceder. Se tiene a un jefe represivo o autoritario y este consiguen su propósito: que le sean serviles o de lo contrario pueden cumplirse las amenazas de un despido o perder algunos derechos o privilegios.

En algún caso puede tenerse una necesidad descomunal de ser aceptados y queridos, lo que las lleva a complacer a los demás en exceso para obtener su aprobación.

En otros casos el servilismo se vuelve gozoso para quien lo ejerce, tenga o no el beneplácito del destinatario de sus actos serviles. Es más, en ocasiones entre el servil y el que se sirve no existe cercanía ni hay una interrelación diaria ni la una relación laboral, o familiar pero el servil cree o está convencido de que el receptor de su pleitesía está enterado de su zalamería y hasta aprovecha cualquier medio convencional o electrónico para felicitarlo en su cumpleaños , dirigirle unas palabras en segunda persona , escribirle una carta que más bien parece oda , destacar sus virtudes y lo infalible que es, pese que el otro puede que ni en el mundo lo haga.

Quizá ya estemos hablando del culto a la personalidad, pero va junto con pegado ya que se refiere a la exaltación desmedida de un líder o dirigente, en la que su imagen es glorificada y mostrada como inequívoco, la mayor de las ocasiones como producto del engrandecimiento artificial que de ese personaje hicieron o él supo engatusar a la multitud con lo que deseaba escuchar y sus arengas.

Cuando esto alcanza su máxima alineación, no hay poder humano que lo haga pensar de otra forma y que se quiera tantito.

Esto es como una enfermedad cuyo virus pudo ser adquirido al escuchar la voz, como el cantar de una pájaro de su jefe o dirigente o al ver durante horas una foto suya o al momento que le ve orar encima de una tarima o cuando lo tuvo de cerquita, le tocó las manos y la espalda y se tomó una selfie con él .

Ahí, justo ahí pudo adquirirlo.

Los primeros síntomas se manifiestan en el paciente en una mirada perdida en el culpable de su maltrecha salud emocional y luego se les ve a aplaudir sin control como esos changuitos de cuerda. Más adelante dejan de pensar por sí mismos y son incapaces de contradecir a esa persona que trajo consigo su enfermedad hasta que empiezan a mostrar una discordancia entre los hechos que existen a su alrededor con el mundo excepto de violencia y de indecencias y de desigualdad que él ve.

Dicha sintomatología ha sido irreversible en todos los pacientes y si tratas de sacarlos de su ficticia realidad, enfurecen, te maldicen o cierran toda comunicación virtual contigo o blasfeman llamándote con adjetivos que solo lo describen a él o a ella porque hay que decir que padecer, aunque no lo crean, y sin saber cómo, respeta la equidad de género y puede haber serviles y servilas.

Por suerte se distinguen con facilidad y no hay riesgo de confundirlo con las personas serviciales.

Ya en el terreno de lo público, los encargados de contratar al personal habrán de decidir a quién prefieren.

Aparte, ese problema todavía no lo tenemos en México. No, que va.

Eso sí, para los serviles, hasta ahorita no hay vacuna.

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